Como resultado del juicio, el imputado fue condenado a dos años y seis meses de cárcel. El caso ocurrió en una localidad del Alto Valle, aunque no se consignan más detalles para evitar la identificación de la víctima.
Cuando el hombre condenado pretendió retirar al niño de la casa de su madre, protagonizó una violenta escena con su expareja y la terminó lesionando. Un médico certificó los hematomas y con esa documentación la damnificada radicó la denuncia.
Cuando se realizó el debate, la mujer no se presentó a la audiencia aunque envió una carta en la que admitía haber exagerado la situación.
Una profesional de la Oficina de Atención a la Víctima dictaminó que de las entrevistas con la mujer surgía “una dependencia emocional para con el imputado, una naturalización y minimización de los hechos y una priorización de los vínculos familiares”.
Con esas pruebas y el relato de testigos presenciales y circunstanciales del hecho, la fiscalía optó por llevar el caso a juicio. El testimonio de la víctima fue filmado por representantes del Ministerio Público e incluso en el debate se presentó un segundo video con la reconstrucción del hecho, del que también había participado la mujer.
En la impugnación, el defensor objetó que no había consentido la incorporación de esas pruebas. De todas formas, el tribunal provincial revisó las grabaciones y advirtió que no existió ninguna objeción de la defensa.
En ese contexto, el fallo sostuvo que la parte no demuestra el error judicial en el razonamiento de la jueza de juicio que se ajusta a la prueba testimonial y que se enmarca en un hecho signado por la violencia de género, que reúne elementos de prueba serios, unívocos y concordantes que no dejan dudas respecto de la autoría.
“Cuando la jurisdicción está en presencia de una retractación de una víctima en el marco de violencia de género se permite la incorporación de la información por otros medios. Por eso en delitos enmarcados en ese contexto, algunas mujeres víctimas se niegan a declarar o se retractan”, surge del fallo.
La sentencia de primera instancia advirtió temor y culpa de la víctima, quien no se animó a denunciar por cuatro años y cuando pudo hacerlo “no pudo sostenerlo, se arrepintió o la hicieron arrepentirse”.
La sentencia del Tribunal de Impugnación coincidió con el fallo de Cipolletti y dispuso, además, ante la existencia del riesgo de violencia de acuerdo a la debida diligencia, la nueva intervención de la Oficina de Atención a la Víctima para que disponga, mediante el requerimiento a los organismos competentes, los mecanismos de evaluación, y en su caso, seguimiento de la situación y las medidas de apoyo que pudiera pretender.
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