1976-24 DE MARZO-2022

46 años del inicio de la noche más oscura, larga y tenebrosa que nos tocó padecer como sociedad.

Fue otro golpe más como los de 1930, 1955 y 1966 cuyo reiterado objetivo fue poner nuestra economía al servicio de intereses extranjeros y del privilegio nativo a costa de las conquistas sociales y económicas logradas en democracia. Y claro, para ello tenían que utilizar las fuerzas armadas, que en los años 60 fueron formadas en la academia militar de los EEUU West Point, para imponer a sangre y fuego sus planes económicos de retroceso social. Esa represión fue, en cada golpe, más dura, más amplia y más criminal porque cada golpe se encontraba con una sociedad más consciente de sus derechos, más organizada y más dispuesta a defenderlos, además de los condicionantes externos que, en cada etapa fueron diferentes.

En los años 50, 60 y 70 del siglo XX (años de post guerra) se desarrollaron en todo el tercer mundo (América, Asia y África) fuertes movimientos populares de liberación del mundo colonial dominado por diversos países de Europa y el creciente Estados Unidos de América del Norte. Algunos movimientos se transformaron en revoluciones socialistas como la China o la Cubana y otros adquirieron formas de democracias independientes con una enorme variedad de sistemas intermedios entre el capitalismo y el socialismo. En los países ya independientes las sociedades exigieron mejores condiciones de vida y lograron enormes avances. 

En América Latina y en particular en su cono sur hubo grandes avances sociales y democráticos e incluso Chile llegó a elegir un presidente socialista. La respuesta del Imperio fue la instalación de dictaduras en todo el cono sur de manera sincronizada, con planes de represión similares y coordinados (plan cóndor).

Por ello el de 1976 fue el más duro, el más científicamente diseñado, el más inhumano, el que estaba destinado a hacer desaparecer cualquier vestigio de esa resistencia. Por ello nuestras 30.000 desaparecidas/dos y la apropiación de niñas y niños. En muchos aspectos hay similitudes con el proyecto genocida de supremacía aria de la Alemania nazi y, por qué no mencionarlo, con el plan de exterminio de pueblos originarios por parte de los liberales de la segunda mitad del siglo XIX que tuvo su expresión más sanguinaria en la llamada “conquista del desierto” y el posterior plan de esclavización de mujeres y niñas y niños y las mil y una formas implementadas para borrar esas culturas originarias de la historia, formas y políticas que lamentablemente duran hasta nuestros días.

Han transcurrido 143 años de aquel genocidio y 46 de este último. Aquel sigue impune y tenemos la gran deuda de reconocerlo e implementar políticas reparadoras. Este último no quedó impune gracias a la denodada lucha de nuestras madres y abuelas y demás organizaciones de derechos humanos que nunca se rindieron y nos siguen iluminando el camino. Pero tenemos la gran deuda social y económica que nos dejaron que no solo no se reparó, sino que -Menem mediante- se profundizó y nos llevó a una sociedad fragmentada, con una elite groseramente rica y poderosa, una clase media y trabajadora declinando en sus conquistas y un 40 por ciento de compatriotas entre la pobreza y la indigencia estructurales.

El mundo unipolar que se impuso ante la implosión de la URSS en 1989 convenció a los sucesivos gobiernos que vivíamos el “fin de la historia” y que no había otro camino que la sumisión a ese orden y la aceptación de sus exigencias: nada de Estado social, nada de jubilaciones y pensiones, nada de salud y educación públicas, nada de conquistas laborales y una larga lista de nadas para nuestras sociedades.

Decenas de años suelen borrar la memoria y esto contribuye a que la historia trágica de los retrocesos sociales se repita una y otra vez. Por ello es sumamente valioso que en Argentina hayamos decidido que los 24 de marzo sea un día de reflexión, de compartir la historia y de transferir a las jóvenes generaciones la dura experiencia y sus enseñanzas para hacer realidad el “nunca más”.

Entre las enseñanzas que tenemos la obligación de transferir la primerísima de todas -en especial en un mundo donde hay guerras en las que mueren seres humanos de todas las edades y condiciones- es que la DEMOCRACIA por imperfecta que sea siempre es un objetivo a sostener frente a cualquier posible dictadura. Es la diferencia entre la vida y la muerte asegurada.

En segundo lugar, tomar conciencia de las consecuencias sociales y económicas que lograron hacer durar y profundizar hasta nuestros días. Afirmamos que ha llegado el momento de modificar el modelo económico social heredado de un país construido ignorando el genocidio del siglo XIX y profundizado por las dictaduras y los gobiernos colonizados que venimos teniendo desde 1989 a la fecha.

En este 24 de marzo, en homenaje a nuestras víctimas de ayer y de hoy queremos insistir que otro futuro es posible y para ello recurrimos a las enseñanzas de Simón Rodríguez – preceptor de Simón Bolívar- que en 1842 alentaba a sus compatriotas a romper con el pasado colonial y a enfrentar los desafíos de la libertad con esta sencilla pero potente expresión: “O INVENTAMOS O ERRAMOS”.

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